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Corazón roto

agosto 21, 2023

«¿Tal vez debería besarte para aliviar la tensión?» Esas fueron mis últimas palabras antes de que ella me rompiera el corazón.

Lo más triste es que en verdad creí que había algo entre nosotros. Eso solo demuestra que la edad no necesariamente te vuelve más sabio.

Nos conocimos por casualidad, o al menos eso creí, fuera de la estación Nollendorfplatz. Ella estaba tan absorta en su teléfono que terminó chocando conmigo. Las disculpas se transformaron en charla y de algún modo terminamos en el cercano Café Einstein, hablando durante horas mientras compartíamos café y strudel de manzana.

Empezamos a vernos poco después, siempre al atardecer, siempre en el Café Einstein, siempre compartiendo café y strudel. Hablamos de tantas cosas y tan variados temas. Su amplia cultura y su personalidad fascinante fueron suficientes para seducir incluso a alguien como yo. Pero de un modo u otro siempre se las arreglaba para evitar mencionar su nombre completo o cualquier detalle sobre su pasado. Nunca me importó realmente. Cuando has guardado tus propios secretos oscuros durante tanto tiempo como yo, aprendes a respetar los de los demás. Solo me dijo que su nombre era Greta, eso y su compañía eran suficiente para mí.

Dicen que las cosas siempre se ven perfectamente claras en retrospectiva. Lentamente, en cada charla sobre arte, historia, música, el muro, ella hurgaba poco a poco en mi pasado, reconstruyendo mi vida pieza por pieza. Asegurándose de que efectivamente era yo a quien estaba buscando. Supongo que debería haber notado el patrón oculto en nuestras conversaciones aparentemente aleatorias, por supuesto. Pero ¿realmente pueden culpar a un alma vieja y solitaria por bajar la guardia?

Fue a principios de octubre cuando me sorprendió al pedirme que nos encontráramos no en el Café Einstein, sino en el parque frente a la cercana iglesia de San Matías. Estaba extrañamente callada y había cierta tristeza en su saludo habitual. Caminamos en silencio durante un rato hasta que ella se detuvo de pronto y se volvió hacia mí. «Se quién eres.» Esto me tomó un poco por sorpresa, pero no tanto como lo que dijo a continuación.

«No me refiero a quién aparentas ser para esconderte. Me refiero a quién, y a QUE, eres realmente.»

Fue entonces cuando finalmente entendí lo que ella había estado haciendo todo este tiempo. Siendo yo mismo un viejo cazador experto, no pude sino admirar su habilidad. Mi única 52 esperanza era que ella hubiera comenzado a sentir por mí al menos una fracción de lo que yo ahora sentía por ella. Quizá era así, pero al final ella era ante todo una profesional.

«Entonces sabes que todo eso quedó atrás, muy atrás. Todas las cosas que hice las hice hace mucho tiempo en un mundo muy diferente.»

«Lo sé, y lo siento. Quisiera con todas mis fuerzas no tener que hacer esto, pero sabes que no tengo alternativa.»

Una lágrima rodó por su mejilla mientras permanecíamos allí en silencio. Ambos plenamente consciente de lo que podíamos hacernos el uno al otro. Fue en ese momento que supe que estaba perdido, que nunca podría hacerle daño aún si quisiera. Traté de sonreír.

«¿Tal vez debería besarte para aliviar la tensión?» Fue lo último que alcancé a decir antes de ver el afilado crucifijo de madera bendita que empuñaba en su mano.

Es triste, pero al final no del todo inesperado. Ya saben cómo a veces el universo se divierte a nuestra costa. Uno espera durante siglos a que aparezca la mujer perfecta y, cuando finalmente la encuentra, su nombre es Greta Van Helsing.

Y literalmente me rompió el corazón.

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