Cuentos →

Soledad

abril 22, 2024

Las dos jóvenes figuras corrían por el bosque oscuro, tratando de encontrar un lugar donde refugiarse de la lluvia.

«Mierda. Mierda. ¡MIERDA!» Maldijo a todo pulmón la chica de los jeans descoloridos y una camiseta sin mangas con la bandera británica, mientras luchaba por no resbalar en el lodo. «Te dije que Spike solo te estaba jodiendo. No hay ningún maldito cobertizo aquí. ¡Te juro que voy a patearle los huevos a ese bastardo cuando regresemos!»

El chico delgado con el Mohawk, ahora escurrido sobre su frente, la miró avergonzado. “Pero Ratboy dijo que él también había estado allí. Incluso me dibujó un mapa, en serio».

La tormenta se hacía más intensa a su alrededor. Pequeños trozos de granizo se unieron a las enormes gotas de lluvia que caían sobre ellos.

«¡Mira!» dijo cuando llegaron a una curva en el camino. «El viejo puente del tren. Podemos quedarnos allí hasta que deje de llover».

Corrieron hacia el arco más cercano y rápidamente se refugiaron bajo los ladrillos desmoronados. «Maldita sea, Skid. Esta es la última vez que te hago caso.»

Ambos estaban temblando, sus ropas mojadas no servían de nada contra las ráfagas de viento frío que lllegaban hasta ellos debajo del puente. «Voy a intentar hacer una fogata». Dijo esperanzado. Luego miró a su alrededor pero no vio nada más que tierra y hojas mojadas en el suelo.

Se sentaron en silencio, recargados en la pared curva, acurrucados uno contra el otro para conservar el poco calor que aún les quedaba. La tormenta seguía arreciando cuando comenzaron a quedarse dormidos.

La luz fue lo que lo despertó, destellos ambarinos bailaban alegremente en el techo abovedado sobre ellos. Fue entonces notó el agradable calor y el crepitar de la madera consumiéndose. Volteó para descubrir una hermosa fogata en medio del piso.

«¿Jez? ¡Despierta! ¡Jez!»

La chica abrió los ojos. «¡Hey! Creí que habías dicho que no había nada con qué hacer una fogata. ¿Dónde encontraste leña seca?»

«No fui yo, Jez. Acabo de despertar también. Debe haber alguien más aquí».

Miraron a su alrededor, pero sólo pudieron ver las paredes arqueadas de ladrillo rojo desapareciendo en las sombras de un viejo túnel de mantenimiento.

«¿Hola?» Dijo finalmente el chico. «¿Hay alguien ahí? Um… ¿gracias por la fogata?»

No hubo respuesta.

«No me gusta esto, Skid. Larguémonos de aquí.»

«Oh, vamos. Si quien encendió el fuego quisiera hacernos algo, ya lo había hecho mientras estábamos dormidos».

Un sonido en la oscuridad los sobresaltó. «¿¡Quién está ahí!? Salga.»

Podían ver movimiento entre las sombras. Alguien… o algo… muy grande estaba parado justo al borde de donde alcanzaba la luz.

«Skid…» Suplicó la chica. «Vayámonos de aquí, ¿por favor?»

La cosa entre las sombras dio un pequeño paso hacia adelante y pareció vacilar.

«¡Skid! ¡Por favor!»

La criatura dió otro paso, y comenzó a levantar lentamente una enorme garra.

Ambos retrocedieron contra la pared, con los ojos fijos en la oscuridad del interior.

Un par de ojos, rojos y brillantes, los miraron fijamente. Labios grises se abrieron revelando una hilera de enormes dientes afilados que brillaban como acero contra el fuego. Un enorme pie avanzó hacia ellos.

Con un grito, la chica salió corriendo de debajo del puente… seguida de cerca por el chico.

Detrás de ellos, una enorme forma gris gritó y corrió bajo la lluvia tras ellos. «¡Esperen!» Gritó. «¡Por favor! ¡No se vayan, por favor! ¡No se vayan!»

Su súplica se perdió entre los truenos. Las dos jóvenes figuras habían desaparecido en la oscuridad de la noche.

La figura caminó lentamente de regreso al arco desmoronado y se sentó junto al fuego.

«Por favor, no se vayan». Murmuró con tristeza, hablando realmente para sí mismo. «Ha pasado tanto tiempo. Sólo quiero alguien con quien hablar».

Con sus enormes ojos cansados ​​fijos en el fuego. El viejo troll lloró… solo.

• • •