Paso varias horas sentado solo en el café, sumido en mis pensamientos.

El objeto en mis manos no es más que una larga y delgada tira de papel cuadriculado con una fina línea ondulada que describe picos y valles a intervalos regulares. Ni siquiera hay una fecha en él, solo su nombre y lo que supongo que era su número de expediente. Aun así, este simple pedazo de papel se las arregla para sacar a flote demasiados recuerdos y sentimientos escondidos. Lo extiendo sobre la mesa, y tomo otro sorbo del café ahora frío mientras mi dedo sigue suavemente la trayectoria de los latidos de un corazón que se extinguieron hace tiempo.

¿La extraño? No estoy seguro de si es cruel o solamente triste de mi parte admitir que realmente no lo sé. Nunca fuimos cercanos, especialmente en sus últimos años. Pero hay algunos lazos que simplemente no se pueden ignorar.

Se está haciendo tarde y casi todos los otros clientes se han ido. Doblo con cuidado el trozo de papel amarillento y vuelvo a guardarlo en mi bolsillo antes de salir. Mientras camino bajo la suave lluvia, no puedo evitar sonreír y derramar una solitaria lágrima al mismo tiempo.

De pronto me he dado cuenta de que, por primera vez desde que era un niño pequeño, esto es lo más cerca que he estado del corazón de mi madre.