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Monstruos
julio 10, 2023Era una noche oscura y tormentosa.
No, en realidad no.
A decir verdad, más allá de algunas tímidas nubes dispersas y una brisa ligeramente fresca, era una hermosa noche de finales de otoño.
Pocas cosas le resultan más irritantes a un científico loco que no tener una buena noche oscura y tormentosa cuando se necesita.
Lo cierto era que, gracias a la tecnología moderna, las tormentas eléctricas ya no eran realmente necesarias. ¿Por qué depender de algo tan poco confiable como un rayo cuando un buen generador industrial puede hacer el mismo trabajo de manera más eficiente?
Aun así, ella era una romántica de corazón, y las noches oscuras y tormentosas eran parte de la orgullosa tradición de construir monstruos que su familia había mantenido viva durante seis generaciones. En el fondo sentía que una buena tormenta eléctrica le daba al evento una atmósfera más digna y solemne.
Todo cambia, y ella lo sabía muy bien. Sin embargo, esta no era exactamente la forma como había soñado que evolucionaría el negocio familiar.
Todavía recordaba las noches que había pasado de niña en este laboratorio, observando a su padre elegir cuidadosamente las partes corporales adecuadas para ensamblar meticulosamente cada monstruo a mano. Incluso más de una vez le había ayudado a coser e injertar cuando su vista comenzó a fallar con la edad.
Pero todo eso había quedado en el pasado. Actualmente era imposible satisfacer las demandas del mercado moderno usando métodos puramente artesanales. Hoy en día una línea de montaje automatizada japonesa de última generación se encargaba de todo el proceso. Originalmente 56 había sido diseñada para producir kaijus, pero era tan fácil de configurar que podía armar cualquier tipo de monstruo a las especificaciones exactas del cliente. Realmente detestaba esa maldita cosa, sobre todo la interfaz gráfica táctil a base de tiernos pictogramas.
Era, por supuesto, la única manera de mantenerse en el negocio. La competencia era cada vez más feroz, y con algunos de los grandes fabricantes adoptando nuevas técnicas como células madre y tanques de crecimiento acelerado, era un milagro que un pequeño negocio familiar aún lograra salir adelante y generar utilidades.
En fin, la realidad era que tenían cuotas de producción y plazos que cumplir si querían mantener a los pocos clientes que les quedaban fieles y felices. Sin pensarlo mucho, tecleó los datos del siguiente lote y vio cómo la fábrica cobraba vida.
«Tal vez debería tener una mascota.» Suspiró. Sí, no era una mala idea en absoluto. Podría ser un buen perro, o un gato o –¿por qué no? – un poco de ambos. Hecho totalmente a la antigua, tal como su padre le había enseñado. Era justo lo que necesitaba para levantar el ánimo.
«Creo que lo llamaré Manchas.» Se dijo a sí misma, mientras cerraba la puerta del laboratorio para dejar que los robots hicieran su trabajo. Tarareando una alegre melodía, comenzó a hacer una lista mental de todas las piezas que necesitaría para su nuevo proyecto personal.