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Confesiones

junio 28, 2023

No soy un buen corredor.

Gracias al esfuerzo, consejos y paciencia de muchos buenos amigos y entrenadores, ya no soy un corredor francamente malo. Pero mi forma al correr aún es terrible, mi nutrición está plagada de malos hábitos, y mi disciplina para entrenar es una maraña sin pies ni cabeza.

Es un verdadero milagro que, a pesar de mi mismo, de algún modo u otro me las he arreglado para convertirme en un corredor bastante proficiente que ha enfrentado distancias, vencido retos y alcanzado tiempos con los que solo soñaba, e incluso he logrado salir de todo ello en razonablemente buen estado físico y emocional.

Tal vez es por ello que hay personas que, para mi sorpresa, de hecho me han dicho que me consideran un buen corredor.

La verdad es que mi única cualidad – o maldición – como corredor es que no solo soy muy correoso, sino también soy increíble y estúpidamente terco.

Una vez que me he comprometido a alcanzar una meta solo me queda seguir corriendo, caminando, cojeando o arrastrándome … no importa lo que sea necesario, tengo que llegar a esa meta.

Simplemente no sé cuando rendirme.

Cuando estoy corriendo, ni siquiera se COMO rendirme.

A primera vista puede sonar angustiante, casi como una refinada forma de autotortura masoquista. Y tal vez podría serlo, si no fuera por el hecho de que correr es, en sí mismo, mi salvación.

Correr me hace sentir vivo.

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